En urgencia no hay que correr como loco, sino estar siempre disponible
Una sonrisa o una frase tranquilizadora puede hacer más que un analgésico. Si nos equivocamos en Urgencia, con toda seguridad seremos perdonados si actuamos de forma humana, no así si somos prepotentes. Me gustaría que al menos la Región Metropolitana tenga a futuro un modelo público/privado de urgencias en red, basado en círculos concéntricos de atención progresiva y con centros especializados en trauma, quemados y cardiocirugía.
El doctor Leonardo Ristori me recibe en una oficina de alguien que exuda amor por su trabajo, con una repisa llena de ambulancias en miniatura, algunas obras hiperrealistas y ópera de fondo. Con una sonrisa amplia y una actitud pausada, nadie diría que durante toda una vida de médico ha vivido con la adrenalina a pulso, a cargo de varios servicios de urgencia. Hace una década es Jefe del Servicio de urgencia de Clínica Indisa y durante 38 años trabajó en la Asistencia Pública, en roles que fueron desde ayudante segundo de cirugía hasta director de la denominada Posta Central y otros 16 años trabajó en el Instituto Nacional del Cáncer.
De formación médico cirujano y cirujano oncólogo, el doctor Ristori se define como una persona de periodos largos, lo que evidencia los años acumulados en cada institución en la que ha trabajado, y de las que tiene buenos recuerdos, grandes amigos y un admirable espíritu humano de todas ellas. Durante 21 años hizo turnos y fue un hábito del que le costó desprenderse, y es “a diferencia de lo que muchos piensan, se pasa muy bien en turnos. Se establecen camaraderías, se comparten buenas comidas, complicidades y risas. A pesar del contexto de crisis, uno siempre trata de cultivar el buen humor en este trabajo tan adrenalínico e intenso”, asegura.
Respetando el contexto de trabajo, este médico señala que los equipos de urgencia están conscientes de que se reciben pacientes y familias asustadas y muy preocupadas, en las que se deben combinar conocimientos, intuición, asertividad y humanidad. “Muchas veces olvidamos que una sonrisa o una frase alentadora puede ser más efectiva que un analgésico y que en caso de equivocarnos, de seguro seremos perdonados si actuamos de forma humana, no así si fuimos prepotentes”, añade.
El doctor Leonardo Ristori siente que la medicina de urgencia no es muy valorada entre los colegas, no es un trabajo elegido, sino más bien aceptado e incluso obligado. Lo más difícil, en su opinión, es construir un verdadero trabajo de equipo, ya que muchas veces se funciona en estaciones aisladas, algo así como una posta que entrega uno a otro actor en esta cadena de eslabones, y en la que todos cumplen una función crítica. “Yo empecé a trabajar en urgencia cuando las personas se hablaban y se daban instrucciones y comentarios verbalmente, y si bien los sistemas informáticos han ayudado a reducir algunos tipos de riesgos, errores e imprecisiones, también arrasó con el trato personal, entre los miembros de un equipo y con el paciente y su familia”.
Al llegar a nuestro Servicio de Urgencia, Ristori trabajaba con 6 boxes de atención y dos residentes; uno para pediatría, y uno para adultos, y el resto estaba “de llamada”. Era un ámbito muy familiar, asegura. “He vivido ya 4 expansiones del Servicio de Urgencia y hoy contamos con 50 puestos trabajo y 10 residentes, atendemos hasta 240 personas a diario y si bien los números dicen que estamos entre los mejores, la atención personalizada y cercana es un aspecto que debemos recuperar y trabajar”.
Cuando estaba en cuarto año de medicina, el doctor Ristori decidió hacer turnos de urgencia y el tiempo libre lo dedicó a formarse en cirugía oncológica, y así combinaba ritmos distintos de trabajo. Confiesa que los urgenciólogos son los “chiflados” de la medicina, que disfrutan de la decisión bajo presión, y que en la cirugía oncológica, pudo desarrollar la faceta de un trabajo programado con los pacientes, con resultados a mayor plazo. Fue en esos años en que conoció a su esposa, “Lola”, enfermera de la Posta, con quien empezó a pololear y hoy ya tienen 47 años de matrimonio.
“En Urgencia no hay que correr como loco, sino estar siempre disponible, ese es mi gran aprendizaje después de todos estos años”, asegura Ristori. Estar conectado es saber –en su opinión- que no puede desentenderse de su trabajo y sus compromisos, de hecho; asegura que hasta hoy hay personas de trabajos anteriores que le siguen consultando en caso de dudas de urgencia. “Es un trabajo que hago feliz y que disfruto, y cuando llega la hora de descansar, disfruto de los buenos momentos, desde la lectura de un libro, una linda ópera, navegar o compartir un asado en familia o con amigos”, detalla con una sincera sonrisa.
No está en sus planes retirarse, a pesar de que ya tiene edad suficiente para jubilar. Mientras pueda y lo soporten, comenta entre risas, seguirá trabajando y espera que la gente que le conoce comprenda que es difícil ser jefe, poner reglas, fijar metas, exigir y disfrutar también de una conversación intrascendente en el pasillo.
QUISIERA QUE HUBIERA UN MODELO DE URGENCIAS DE ATENCIÓN PROGRESIVA Y EN RED INTEGRADA
En sus largos años de trabajo, ha conocido desde adentro cómo funciona el sistema de urgencia público y privado. Señala que en su momento, también hizo recomendaciones al Ministerio de Salud para hacer acciones correctivas, pero hoy, desde otro rol, señala que para tener un modelo eficiente hace falta cambiar la cultura en salud y superar voluntades locales. “Quisiera que en nuestra región, al menos, hubiera un modelo de urgencias público/privado de atención progresiva y en red integrada, que funcionara sobre la base de círculos concéntricos y evolutivos, con apoyo de centros especializados, responsables de la derivación de cardiocirugía, trauma y quemados”, señala Ristori.
En la misma línea, este modelo debe considerar a hospitales, clínicas, hospitales de las fuerzas armadas y universitarios; y tendría que atender aspectos clínicos y logísticos, incluyendo un sistema de ambulancias integrado. Ristori asegura que el 75 al 87% de las urgencias requieren atención básica, y el porcentaje restante debe ser derivado a un nivel de atención más complejo, con hospitalización, cirugía y atención especializada.
SOY UN ADMIRADOR DE AMCI Y ÉSTA ME AYUDÓ A SUPERAR MIS APRENSIONES
Por mucho tiempo no estuvo en AMCI, señala Ristori. “Pensaba, erradamente, que estar en un cargo de jefatura no era compatible con la participación en una agrupación de perfil gremial. Sentía que eventualmente pondría en conflicto mis intereses personales, colectivos y de mi cargo”. Tras ya varios años de adherir a AMCI, el doctor Leonardo Ristori, asegura que nunca se han mezclado los temas y que ha sido una valiosa experiencia. “Soy un admirador de AMCI y ésta me ayudó a superar mis aprensiones”.
El doctor Ristori espera terminar su labor de médico en Indisa y contento por los logros de la organización. Sus palabras favoritas son eficiencia, responsabilidad y honradez, y espera que éstas sean el sello de su trabajo y la imagen que deje en sus compañeros. Por ahora le entusiasma la idea de fortalecer la comunicación y las relaciones interpersonales de su Unidad de Urgencia y espera con entusiasmo el inicio de la Beca de Urgencia de UNAB, señalando que este tipo de docencia es una actividad que disfruta y que enriquece a todos los que involucra, así finaliza la conversación este hombre de carácter afable y con energías de sobra.